10 de diciembre de 1866
Ministerio de Negocios estranjeros.-Méjico 10 de Diciembre de 1866.-Al aceptar el trono de Méjico S. M. el Emperador Maximiliano, no quiso hacerlo sino después de haberse asegurado de la voluntad nacional por medio de las actas levantadas por las poblaciones, del concurso de las fuerzas aliadas que se interesaban íntimamente en la pacificación del país, y con ayuda de recursos estraordinarios, cuya recaudación regular no era posible por el momento.
Con este objeto se elaboraron tratados y convenios cuyas estipulaciones garantizaban del modo más solemne una alianza estrecha y poderosa para asegurar la paz. La guerra civil se prolongó, no obstante, más allá de lo que debía esperarse, á pesar de las francas concesiones que hizo el Emperador á los disidentes.
Al mismo tiempo, por un lado los esfuerzos del gobierno para levantar un ejército nacional, encontraban grandes obstáculos, nacidos de circunstancias particulares; por otro los recursos obtenidos estaban consumidos por los asuntos militares, y el gobierno se veía obligado á recurrir á onerosas combinaciones de crédito en el estranjero, que aumentaban las pesadas obligaciones del Tesoro.
En este estado de cosas, se recibió aviso de que S. M. el Emperador Napoleón no podía por motivos políticos, continuar prestando al Imperio el apoyo de tropas y dinero, y de que las tropas francesas se retiraban antes del plazo fijado en los tratados: al efecto principiaron al punto á concentrarse. Esta concentración llevaba como consecuencia la evacuación de ciudades y aldeas, á cuya defensa no podía el gobierno atender inmediatamente por efecto de la falta total de fuerzas organizadas á su disposición.
La mayor parte de los puntos abandonados fueron ocupados por los disidentes, y algunos también por partidas de malhechores.
El movimiento de las fuerzas aliadas que se retiraban de los puntos importantes, la noticia de su próxima marcha del país, la de que este no sería ya auxiliado por Francia. reanimaron naturalmente el valor de los disidentes y disminuyeron el de los amigos y defensores del gobierno. La revolución tomó un desarrollo debido, no á sus propios elementos, sino al estado sin defensa en que quedaba el país; la lucha sangrienta fue en aumento, y la guerra civil marcó su huella con la destrucción y el incendio.
En medio de esta crisis lamentable, se esplotó la actitud de los Estados-Unidos, contrarios siempre á la forma monárquica y á toda intervención europea; se hacía saber á S. M. el Emperador que habla negociaciones entre el gobierno francés y el de la Unión para asegurar una mediación franco-americana, por cuyo medio se esperaba poner término á la guerra civil que desolaba el país. Se añadía que para ello se consideraba indispensable que el gobierno establecido bajo esa mediación, tuviese la forma republicana y el espíritu liberal.
De este modo se frustraban las esperanzas del gobierno, basadas en una firme y sincera de alianza con la Francia, para consolidar el orden de cosas actual. Las negociaciones que se decían entabladas para una mediación franco- americana, tomaban por base una condición incompatible con la existencia del Imperio y la integridad del territorio nacional.
S. M. el Emperador, después de examinar con imparcial atención la gravedad de una situación tan estraordinaria, creyó de su deber devolver á la nación el poder que esta le había conferido, puesto que la combinación proyectada para pacificar á Méjico exhibiría la monarquía. No queriendo, sin embargo, obrar en el asunto de tanta importancia sin consultar á su Consejo de Ministros y á su Consejo de Estado, ni los convocó en la ciudad de Orizaba, donde se encuentra hace algunas semanas por razón de salud. Sometidas todas aquellas graves consideraciones por el Emperador á ambos cuerpos, decidieron estos que su abdicación en las circunstancias actuales, lejos de poner un término á los males que se deploraban, sería infaliblemente la ruina total del país y tendría por consecuencia la pérdida de la independencia y de la nacionalidad, la destrucción completa de nuestra raza.
En la consulta se hizo observar á S. M., que la responsabilidad de la sangre vertida, caería esclusivamente sobre aquellos cuya obstinación prolongase una lucha en la que se combatía por sostener los intereses de la sociedad, y con ellos la existencia de la nación; que para defender intereses tan caros, se debía esplotar todos los recursos del país, organizar el ejército mejicano de un modo independiente; reducir los exorbitantes gastos militares hechos hasta ahora; desplegar, en fin, esfuerzos supremos sin dejarse apartar de las medidas que reclama la defensa natural, por consideraciones de política esterior, relativamente á la forma de gobierno que la nación solamente debe determinar.
Después de esta declaración de sus consejeros, quiso el soberano oír su opinión sobre la solución práctica de diferentes cuestiones vitales de política y administración, y entre ellas las siguientes: convocación de un Congreso nacional, sobre la base más liberal, en que tomasen parte todos los ciudadanos de todos los partidos y de todos los colores políticos, para declarar si debe continuar el Imperio y decidir qué forma de gobierno adopta la nación en lo futuro; proposición de todas las medidas oportunas y convenientes con objeto de asegurar la organización completa y definitiva del país; creación de recursos suficientes para cubrir el presupuesto; elaboración de las leyes necesarias para un sistema poderoso de colonización.
Habiendo reconocido todos los consejeros la necesidad de tomar en consideración estos importantes puntos, el Consejo de Estado se encargó de examinarlos y de proponer las medidas convenientes sobre cada uno de ellos. S. M., cediendo á la opinión de sus consejeros, resolvió conservar el poder que la nación le confirió, y se ocupa en continuar con energía y constancia la obra de regeneración á que se ha consagrado.
S. M. el Emperador, para dar á conocer á la nación su decisión de convocar un Congreso nacional, dirijió en estos últimos días el manifiesto que verá V. E. en el Diario del Imperio de 6 del corriente.
Por otra parte, ha firmado ya algunas de las leyes más urgentes para procurar recursos al Tesoro, y dado las órdenes necesarias para organizar el ejército de un modo independiente.
Estos cuerpos, auxiliados por las tropas francesas en las líneas que éstas ocupen durante el tiempo que hayan de pasar aun en el país, deben procurar la pacificación tan apetecida por todos los mejicanos honrados.
S. M. el Emperador ha recibido estos días del señor mariscal Bazaine, en conformidad á las órdenes de su soberano, las seguridades más esplícitas de que contribuirá á la consolidación del orden y de la paz, apoyando las medidas de S. M. en tanto que las tropas francesas permanezcan en el territorio nacional.
Tengo el honor de comunicar todo lo que precede á V. E. por orden de nuestro augusto soberano, á fin de que lo pongáis en conocimiento del gobierno, cerca del cual estáis acreditado. Estáis autorizado para dar lectura de esta nota al ministro de Negocios estranjeros, y dejarle copia si lo desea. - El subsecretario de Negocios estranjeros. I. N. DE PEREDA
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